¿Por qué leer ficción?
- Jesus González Honorato
- 20 may 2020
- 5 Min. de lectura
Hoy parece predominar una visión de la lectura donde la “competencia lectora” y el desarrollo de habilidades se encuentran en el centro. De esta manera el lector competente es aquel que es capaz de interactuar con un texto haciendo uso de las diferentes estrategias que le permiten comprender lo que lee. Bajo este punto de vista surge una pregunta relevante ¿importa lo que lean los alumnos para alcanzar la competencia lectora? ¿debemos privilegiar un tipo de texto por sobre otro?
El lado positivo de la respuesta a estas preguntas, es que la competencia lectora puede desarrollarse a través de todo tipo de textos, sean estos ficticios o no ficticios. El lado negativo, es que existe una tendencia al predominio de los textos no ficticios, debido a que los asociamos al conocimiento y al aprendizaje de nueva información, elementos muy valorados en la actualidad, pero que no bastan para desarrollarnos plenamente como seres humanos.
Una muestra del predominio de los textos no ficticios, es la importancia que dan a la este tipo de lectura en ciertos sectores del mundo empresarial. Según Christine Seifert, muchos líderes empresariales promocionan la lectura, conscientes de su importancia y de sus virtudes para la formación de nuevos profesionales. Por ejemplo, “Warren Buffet, CEO de Berkshire Hathaway, pasa la mayor parte de su día leyendo y recomienda leer 500 páginas al día. El empresario Mark Cuban dice que lee más de tres horas al día. Elon Musk, CEO de SpaceX, dice que aprendió a construir cohetes leyendo libros. Pero los visionarios de negocios que ensalzan las virtudes de la lectura casi siempre recomiendan la no ficción. Buffet recomendó 19 libros el 2019; ninguno de los títulos es ficción. De los 94 libros que Bill Gates recomendó durante un período de siete años, solo nueve de ellos son ficción”[1]. ¿Para qué entonces leer ficción si la no ficción parece ser suficiente para desenvolvernos en el mundo? ¿qué importancia tiene inculcar el gusto por la Literatura?
En el artículo “The case for reading fiction”, se explica que las investigaciones recientes en neurociencia sugieren que leer ficción literaria ayuda a las personas a desarrollar empatía y pensamiento crítico, prediciendo mayor agudeza social y mayor perspicacia para comprender las motivaciones de otras personas. La lectura no ficcional puede ser muy valiosa para recopilar conocimiento, pero contribuye poco al desarrollo de la Inteligencia Emocional, objetivo mucho más difícil de alcanzar. Incluso visto desde una perspectiva pragmática, enfocada en la adquisición de habilidades que nos aseguren un buen futuro laboral, la lectura ficcional cobra un rol destacado. Habilidades como la “autodisciplina, autoconciencia, resolución creativa de problemas, empatía, agilidad de aprendizaje, adaptabilidad, flexibilidad, positividad, juicio racional, generosidad y amabilidad”[2], muy cotizadas por gerentes y contratistas de grandes empresas, tienen que ver en gran parte con la capacidad de empatía y pensamiento crítico que la literatura ficcional nos permite desarrollar.
En un estudio llevado a cabo el 2013, se investigó sobre la llamada “necesidad de cierre cognitivo”, que consiste en aquella necesidad de "llegar a una conclusión rápida en la toma de decisiones y una aversión a la ambigüedad y la confusión". Las personas con una fuerte “necesidad de cierre cognitivo” “luchan por cambiar de opinión a medida que hay nueva información disponible. También producen menos hipótesis individuales sobre explicaciones alternativas, lo que los hace más seguros de sus propias creencias iniciales (potencialmente defectuosas). Una gran necesidad de cierre cognitivo también significa que las personas giran en torno a pequeños fragmentos de información y menos puntos de vista. Por otro lado, las personas que se resisten a la necesidad de un cierre cognitivo tienden a ser más reflexivas, más creativas y más cómodas con narrativas competitivas, todas características de una alta Inteligencia Emocional”[3].
Al parecer, según investigadores de la Universidad de Toronto, la lectura de textos literarios (en el estudio se comparó personas que leían cuentos en lugar de ensayos) estaría relacionada con una menor necesidad de cierre cognitivo. “Ese resultado no es sorprendente dado que leer literatura requiere que reduzcamos la velocidad, asimilemos volúmenes de información y luego cambiemos de opinión mientras leemos. No hay una respuesta fácil en la literatura; solo toma de perspectiva. Como lectores, casi con toda seguridad encontraremos al narrador de Lolita, Humbert, odioso, pero nos vemos obligados a experimentar cómo piensa, un ejercicio valioso para reducir nuestra “necesidad de cierre cognitivo””[4].
Joseph Badaracco, profesor de ética empresarial en Harvard, asigna lecturas como Antígona de Sófocles, Los restos del día de Kazuo Ishiguro y el cuento de Joseph Conrad "El compartidor secreto", sobre un joven e inexperto capitán de barco que debe tomar una decisión importante, para generar discusión y flexibilizar el pensamiento de sus alumnos. Para Badaracco, la ficción da la oportunidad de complejizar el tema del bien contra el mal. La buena literatura presenta personajes con puntos de vista competitivos y muchas veces igualmente válidos. Los libros de negocios, por su propia naturaleza, reducen los problemas hasta que son binarios: esto es correcto y esto no. Por el contrario, la literatura permite a los estudiantes de Badaracco ver, por ejemplo, la lealtad de Creonte al estado y el compromiso de Antígona con la familia y el honor como posiciones válidas, que no pueden juzgarse fácilmente. Los futuros líderes empresariales no encontrarán los escenarios exactos sobre los que leyeron, pero podrán usar una capacidad ampliada para comprender y responder a competitivos y múltiples puntos de vista [5].
Chesterton creía que “la primera utilidad de la buena literatura reside en que impide que un hombre sea meramente moderno. Ser meramente moderno es condenarse a una definitiva estrechez”, es decir, la literatura nos protege de cierta estrechez y simplificación del pensamiento, al hacernos “dar la vuelta completa” hacia la verdad y contrastar las ideas antiguas con las ideas ante las cuales por un momento nos inclinamos [6]. Para Chesterton la buena literatura nos protege también contra la herejía, entendida como la indebida concentración de una verdad o la fe excesiva en una verdad a medias, pues en ella podemos encontrar todas las nuevas ideas expuestas con perspectiva y equilibrio. Al igual que Badaracco, ve en la literatura una forma de enfrentar los dilemas humanos desde la amplitud de mente y el pensamiento crítico.
Tal vez estas cualidades de la literatura, se deban a que como señala Vargas Llosa la ficción no es simplemente un invento, una forma de evasión, una entretención “Todo lo contrario: por delirante que sea, hunde sus raíces en la experiencia humana, de la que se nutre y a la que alimenta”[7]. De ahí que sea tan importante dentro de nuestro proceso de aprendizaje: nos conecta y enseña lo propiamente humano.
Tal y como señala Maryanne Wolf, científica cognitiva y autora de Reader, Come Home, "la calidad de nuestra lectura" se erige como "un índice de la calidad de nuestro pensamiento". Si queremos mejores pensadores (...), tenemos que construir mejores lectores”.[8]
[1] https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction [2] https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction [3] https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction [4] https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction [5]https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction
[6] “Sobre la lectura”, G.K. Chesterton [7] La verdad de las mentiras”, Mario Vargas Llosa [8] https://hbr.org/2020/03/the-case-for-reading-fiction

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